Cuénteme como era que le acariciaban la cara mientras el viento les movía el cabello en esa Dodge caravan que usted siempre ha querido, cuénteme como era que nadie conducía por esa carretera poblada de totumas sin cortar, pero no me hable más de Isabel, siga con lo suyo y dígame como era que usted sonreía con esa sonrisa tan suya que tiene y cuando cuelgue no se olvide que al fin y al cabo son sueños.
Al cabo de unas horas de viaje ya el cansancio entumía las piernas de los 3 ocupantes, Camilo, que con los ojos casi cerrados y su codo sobre la puerta conducía a ochenta kilómetros por hora cuando la carretera lo permitia,Caroline recostada sobre el vidrio, ausente del camino, recordaba las tardes de viento cálido cuando podía pasar horas escuchando el sonido de gaitas y tambores que se reproducía ininterrumpidamente en su computador. Idan por su parte dándole la espalda a Caroline seguía ahí recostado sobre sus hombros pensando en mil maneras diferentes de deslizar su cuerpo, acercar sus labios a los suyos, y verla de frente, enfocar un punto en la mitad de su rostro para no perderse en sus ojos, y es que le encantaba su piel, toda ella despertaba en el sensaciones que no conocía, hace unos minutos había acariciando su rostro con la excusa de no palpar la suavidad de su piel.
Ahora ya sabia que su piel era verdad, levanto su cabeza del hombro de caroline y con la misma suavidad con que los neumáticos pasaban casi flotantes por la carretera, acerco su boca a la suya hasta el punto que podía sentir su aliento de viento, se detuvieron unos segundos, (tal vez menos que un segundo) y se vieron sonriendo, Idan poso sus labios sobre los suyos que esperaban entreabiertos para entregarse a la suavidad de un beso en silencio, comenzaron a sentir que sus bocas encerraban algo que solo podía ser expresando con el movimiento de sus labios y con el suave rosar de sus dientes, después de unos segundos separaron su aliento y se abrazaron como si por fin, esa tarde de viento tibio hubieran terminado de reconocerse y ahora se sentían cada vez que sus manos suaves exigían una caricia.
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